Construcción de la identidad de género en la adolescencia

Cuando se unen adolescencia e identidad de género, se refiere a la asignación social diferenciada de responsabilidades y roles a hombre y mujeres que condiciona el desarrollo de sus identidades como personas, de sus realidades y de sus proyectos de vida. Esta asignación depende de la cultura, hábitos y condicionamientos sociales vigentes (estereotipos sociales) que definen y valoran roles y tareas de acuerdo al sexo.

Por otro lado, es importante señalar que la construcción de la identidad de género varía de una cultura a otra y depende del momento histórico. Estas diferencias que socialmente se dan de acuerdo con el sexo, generan desigualdades que impiden que ambos géneros tengan las mismas oportunidades para su desarrollo y bienestar tanto personal como colectivo.

Una pregunta clave en esto es, ¿cómo se aprende a ser hombres y a ser mujeres? Este aprendizaje inicia desde la infancia, donde en el proceso de socialización se transmiten esas desigualdades entre hombres y mujeres que se internalizan como algo natural y la única forma aceptada socialmente para comportarnos según el sexo.

Por lo tanto, es en ese proceso de socialización, que comienza desde niños(as), donde se construyen las identidades femenina y masculina. Se puede afirmar que a las mujeres se les enseña a ser para los demás y a los hombres a ser para ellos mismos.

De este modo, se puede visualizar dos modelos muy rígidos socialmente sobre lo que deben ser los hombres y lo que deben ser las mujeres, los cuales no se ajustan a la realidad actual, pero que siguen perpetuándose de generación en generación.

Las personas que no siguen estos modelos se pueden sentir culpables al no cumplir con lo esperado para su sexo. Sólo con la superación de los modelos sociales que influyen en la construcción de la identidad de género será posible la igualdad real entre los sexos y en sus relaciones. Para eso es necesario asumir en primer lugar la flexibilidad de los rasgos para cada sexo y que las características etiquetadas de masculinas o femeninas puedan ser juzgadas y evaluadas por sí mismas, al margen del dualismo sexual. Para ello es necesario modificar las creencias y las actitudes en torno a los roles y conductas que mujeres y hombres deben llevar a cabo.

Por lo tanto, ambos modelos sociales de ser hombre y de ser mujer pueden transformarse, ya que estos únicamente responden a una condición de género y no a un hecho natural y biológico. Mediante la práctica de relaciones humanas justas y equitativas, se pueden enfrentar algunas de las implicaciones derivadas de la desigualdad, como son el abuso y la violencia.

En conclusión, como profesionales de la Orientación es una responsabilidad facilitar procesos que ayuden a nuestros orientados y orientadas a poder elegir libremente y no ser condicionados por esos mandatos sociales que impiden su crecimiento y desarrollo personal y profesional.

No hay comentarios:

Publicar un comentario