
De este modo, por medio de esta experiencia las personas adolescentes aprenden a manejar sus sentimientos, a poner en práctica nuevas formas de comportarse, a autodescubrise y a entender al otro sexo. En definitiva, los y las adolescentes mediante las relaciones de noviazgo maduran a nivel emocional y aprenden a dar y recibir.

De este modo, la sociedad se ha hecho generalmente una pregunta y que yo como profesional me hago: ¿Permitir o prohibir?
Quizás la respuesta a esta pregunta pueda ser múltiple. Pero como profesional de la educación la mía personal sería ni permitir ni prohibir, sino ORIENTAR.
No sólo orientar a las madres adolescentes, sino además, y tal como expresa Denise Benatuil en su artículo paternidad adolescente ¿factor de riesgo o de resiliencia? hay una necesidad de aumentar la responsabilidad de los hombres en las consecuencias de sus acciones sexuales y hacia la crianza de su hijo(a).
Sin embargo, ante esta problemática nos encontramos con factores de riesgo que facilitan los comportamientos sexuales riesgosos, como niveles educacionales bajos, falta de apoyo de los padres, pocas relaciones positivas con adultos, baja autoestima, violencia, machismo y otros.
Por lo tanto, como profesionales de la Orientación tenemos la responsabilidad de prevenir y empoderar a los y las adolescentes, con el objetivo de ofrecerles una educación de la sexualidad que favorezca una toma de decisiones personales responsables, sobre la base de una información veraz y amplia y una orientación realista y objetiva.
Asimismo, los profesionales de la Orientación debemos centrarnos no sólo en factores de riesgo, sino también en factores protectores y resilientes que permitan un desarrollo adecuado de las personas.
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